viernes, 24 de enero de 2020

Al pan, pan y al vino, vino


Dice mi amiga que está en el punto más álgido del hartazgo en la escala de Richter porque es esta escala, la sismológica, la que mejor define el estado actual de politicastros cuentistas.

Parece ser que todo empezó con un señor presidente en funciones (de un partido socialista obrero), que le cogió el gusto a un Falcon y tragó con todo lo infumable con tal de no soltar “su utilitario”, a quien se le ocurrió formar un gobierno de coalición con su “amigo de conveniencia” (de un partido de izquierda anticapitalista) para repartirse las prebendas de un país al que se empeñan en convencer de que es la decisión de las urnas. Y ella dice que no, que las urnas no deciden los pactos y que no está dispuesta a comulgar con ruedas de molino.

La conclusión es que por malabarismos varios hete aquí un gobierno de estómagos agradecidos de izquierda, en cuya consecución el anticapitalista ha sido más estratega que Napoleón en sus mejores tiempos, que adolece de todo lo execrable en un gobierno de derecha.

Y así está mi amiga, que los 100 días le traen al pairo. Que dice que si el vicepresidente ha estado en mangas de camisa representando al pueblo y en campaña no se quitaba la corbata cada vez que salía en un medio de comunicación y ahora no se quita la chaqueta, aunque se la va cambiando, pues que ya están vistos los “digos” y los “diegos” y que no le hacen falta los análisis de los expertos ni en política ni en imagen. Que ya es mayorcita para pensar por ella misma y hacer oídos sordos a los voceros del gobierno y medios de comunicación convertidos en órganos propagandísticos afines al régimen. Como la derecha.

Mi amiga dice que el gobierno de progresistas será porque ¡vaya! si han progresado “por todos y por mí el primero”, sin hablar del “progreso” en el número de ministerios que nos van a salir por un pico. Y que venga hablar de justicia social, pero al gobierno boyante lo suyo que no se lo toquen. Porque dice ella que, ¡hombre!, -interjección exclamativa, no ha lugar a lenguaje inclusivo- en vez de tanto dispendio y zarandaja ya podrían haberse comportado realmente como un gobierno de izquierdas solidario y progresista para dejar de ser como la derecha.

Vamos que mi amiga tiene la escala de Richter al punto de ebullición y ya duda de si los elegidos de la izquierda anticapitalista son ministros o accionistas de algunos medios de comunicación, más que nada por el turno de entrevistas con que nos deleitan con la misma palabrería barata bien aprendida, que con tanta ida y venida a la tele no les queda tiempo ni para trabajar ni para conciliar. Y así no o eso es lo que decían.

Dice mi amiga que a ella los culturetas intelectualoides de boquilla ya no se la dan, porque ya se la han dado, y que no por ir soltando citas ilustres son más leídos que nadie porque no cuela. Y ella, que es muy de refranes, es más de llamar las cosas por su nombre y "al pan, pan y al vino, vino”.

Mi amiga, me dice que no piensa callarse que ya está bien de tanto mamoneo y monserga de postureo y de tildar a quien tiene opinión propia de facha, ultrafacha o ultraultrafacha. Que no, que la cosa no funciona así, que no se puede tener el mismo discurso fácil que la derecha. Y que definan cosa, si pueden. A título personal les dedico el "cogito ergo sum" de Descartes, más afín a su intelecto.

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