¿De qué o de quién se ríe la infanta?

Señora infanta Cristina ni pizca de gracia tiene el paripé que se ha montado usted y su consorte para que baje del coche con una sonrisa de oreja a oreja, saludando tan pizpireta. ¿Dónde se cree que iba? Qué cuajo, qué pachorra (dicen en mi pueblo). ¡Lástima la educación tan selecta recibida! Eso siendo benévolos.

La séptima en la sucesión al trono se debía estar riendo de todos los españoles que, mal que le pese a ella y a quienes siguen excusándola, hemos dejado de chuparnos el dedo hace tiempo. 

Para este viaje no hacían falta alforjas (también lo dicen en mi pueblo, hoy me está saliendo la vena rural, por no cortarme las otras). Si ha necesitado una semana para preparar la declaración que, básicamente, se ha reducido a "no me acuerdo, no lo sé, no me consta", la primera conclusión, a simple vista, es que es más tonta de lo que parece.

Si todavía sigue defendiendo la labor empresarial de su marido, al que define como una persona "muy escrupulosa" y "respetuosa", la segunda conclusión es que la declarante desconoce el significado de algunos términos. Por lo cual, confirma la primera conclusión. Digo yo que qué entenderá por respeto o escrúpulos.

Y si utilizaba la tarjeta de Aizoon para gastos personales, pero no creía que estuviera haciendo algo irregular, se vuelve a corroborar la primera y flagrante conclusión. Ya apaga y vámonos.

Por lo tanto, ¿a quién contrata La Caixa? Una trabajadora así debe ser una joya, haciendo uso de una tarjeta de empresa para uso personal, lo normal. Pues bien, a partir de ahora quien tenga acceso a la caja de una empresa, que meta la mano y se sirva a placer para sus gastos personales. Viene a ser lo mismo. Así luchamos todos, en igualdad de condiciones, contra la corrupción.
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